El vinagre bálsamico se ganó el respeto del mundo con su calidad, así
como el gusto de los comensales que buscan aromas llenos de matices y
contrastes. También los aceites de oliva más finos se pueden aromatizar.
Deles vida a sus platos con estos aderezos que se defienden solos.
Una
botella de vinagre balsámico puede ser más fina que el más deseado
perfume. Y aunque el aderezo se asemeja de alguna forma al cosmético, el
vinagre puede superar la fragancia más cotizada con sobrados méritos,
no sólo en precio (una botella de denominación de origen con el sello
“tradicional” puede superar los cuatrocientos mil pesos), sino porque
tiene más años de trabajo, su sabor es más complejo y además, endulza el
paladar.
Su historia arranca en el Medioevo, pero su fama se dio
hace apenas veinte años. Hasta la década de 1980 era uno de esos
productos limitados a su país, y en especial a la región Emilia-Romagna.
Pero su fama se expandió como vinagre derramado cuando las ciudades de
Módena y Reggio Emilia pasaron a ganar fama mundial luego de legislar
cada aspecto emblemático del balsámico, desde la forma en que era
producido hasta el diseño de la botella y la cubierta que debía tener.
Con la denominación de origen ganaron en reputación y los comensales
gourmet conocieron el sabor de los vinagres de color oscuro y
consistencia de sirope, un sabor imborrable que se balancea entre lo
agrio y lo dulce. Entonces dejó de ser el producto valioso que las
familias heredaban o que servía como dote para el matrimonio, y los
barriles con añejamiento de cerca de diez años se abrieron al mundo.
Ahora,
este vinagre crece en porcentaje de venta en los supermercados. Su
sabor a caramelo y su toque de acidez lo llevaron a pasar de ser un
simple aderezo para las ensaladas a convertirse en un ingrediente en las
recetas de carnes, pescados y vegetales, e incluso como parte de los
condimentos de postres y sopas. Pero también, en sus versiones más
tradicionales, se usa solo, gota a gota, para resaltar el sabor de un
alimento. Por fortuna, en sus versiones comerciales bajó los precios.
Sin embargo, todavía es un artículo de lujo. Hay dos tipos de vinagre
balsámico, que se preparan con métodos totalmente distintos. El
tradicional, cuya técnica tarda hasta doce años. Y el de la industria
moderna, cuyo método conlleva apenas unas horas.
El tradicional
comienza con la recolecta de uvas tardías, casi siempre de la variedad
Trebbiano blanca, que crece en la Emilia-Romagna. Se trata de una uva
dulce cuyo mosto es hervido en agua hasta que se reduce a la mitad de su
tamaño original, aunque a veces se combina con otras variedades. Esa
reducción se añade a barriles de madera que se mantienen en áticos
aislados en esta región de fuertes veranos y helados inviernos. Los
barriles son de diferentes maderas y tamaños, y no se sellan, sino que
se cubren con trapos húmedos para permitir la evaporación. Cada año,
antes que el vinagrero le añada el nuevo mosto a los barriles más
grandes, se transfieren algunos de los contenidos más concentrados al
siguiente, y así sucesivamente. Por denominación de origen, eso sólo
ocurre en Módena y Reggio Emilia. Allí, cada provincia tiene sus
expertos que aprueban el vinagre antes de sellarlo en su botella oficial
de tres onzas, con la forma de un tulipán invertido para Reggio Emilia,
o un círculo con cuello alto para Módena. Claro, el precio se
quintuplica en estas botellas que incluyen la palabra Tradizionale.
Sin
embargo, para fortuna de todos también hay calidad en el vinagre
industrial. Aunque existen vinagres blancos coloreados y endulzados, que
luego son llamados balsámicos, hay unos de calidad destacada cuyo
precio oscila entre veinte y treinta mil pesos.
Pero si existe
una pareja perfecta para el balsámico es el aceite de oliva. Este
protagonista de la dieta mediterránea ha vivido una transformación
positiva y ahora su sabor es resaltado con aromas que refuerzan su
propósito.
Entre los aceites de oliva aromatizados más
interesantes del mercado –algunos de los cuales se pueden conseguir ya
en supermercados y otros pueden ser preparados en casa–, están los de
albahaca y ajo; limón (en rodajas con sal fina); ajíes; piñones
tostados; hongos; ramitas de mirto o de romero (ideal para carnes de
sabor fuerte como el cordero o el cerdo); menta; al ajo (combina con
carnes a la parrilla o bien asadas); a la naranja (para sazonar
ensaladas y pescado); pimientas –negra, blanca, verde y rosa– y hierbas
como romero y laurel; tomates y berenjenas (para pastas y ensaladas);
con pimientos picantes y laurel (para pizzas). Si lo acompaña con
balsámico, la combinación será inmejorable.
viernes, 15 de febrero de 2019
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